Doy por acabado el mes de modo que muy rápido, muy rápido, muy rápido y por riguroso orden cronológico aquí van mis lecturas de Agosto. Al grano:
"Chéjov Comentado" (Edición de Sergi Bellver) fue mi primera lectura de este mes tan raro. Le tenía medio escrita una entrada cuando se me fueron las ganas y ahora la he retomado pero se me han olvidado muchos detalles y ha quedado un poco coja. La publicaré igualmente, por aquello de hacer algo con el esfuerzo. Tampoco hay mucho que decir, la verdad: algunos cuentos de Chejov muy buenos, otros no tanto y los comentarios, en general, prescindibles, aunque esto último ya lo suponía. De todos me quedo con uno llamado “En Moscú” que más que cuento es un cuentazo. Qué bueno es. Y la edición, sí, la edición impecable. Un lujo. Inmediatamente después, Chuck Palahniuk y su “Pigmeo”. Horrible. Y mira que me gusta Palahniuk, pero este no había por donde cogerlo. Otra vez será. Después de un pigmeo nada como un payaso, lo sabe todo el mundo: “Opiniones de un payaso” de Heinrich Böll, una pequeña maravilla de novela que nadie debería dejar de leer. Busquen este mes: he hablado de ella. Luego le tocó el turno de “La cena” de Herman Koch, a la que le tenía ganas desde hace mucho y de la que ya tengo escrita una entrada que no tardaré en publicar, quizá esta misma semana aprovechando que estoy vaguete pero ya les adelanto que no acabó de convencerme. Luego la interesante “Pudor y Dignidad” de Dag Solstad, que recién acabo de comentar hace unos días y sobre la que no voy a volver.
"La ciudad feliz" de Elvira Navarro fue muy comentada en este mismo blog, tanto que aburre y no sólo la novela sino también el discurso contra ella. Como siempre, pinchando aquí podrán acceder a la reseña. No es el caso de “El Adversario” de Emmanuel Carrère, que la dejé sin escribir porque no se me ocurría nada divertido (con razón, claro, con tanto cadáver…). De la de Carrère destaco la historia ya que su estilo es bastante neutro y no se presta a discusión. La historia, en cambio, ya digo, es apasionante y en ese sentido sí recomiendo su lectura. Tómese esto con prudencia, claro, no se aceptan devoluciones. Luego, “Agape se paga” de William Gaddis. Este tiene su propia reseña. Gaddis es un escritor de verdad y por eso su novela es una novela de verdad; otra cosa es que recomiende su lectura, cosa que no haré porque así será más mía que de ustedes y porque es un tanto peculiar y con la misma no les gusta. "La máscara del mono" de Dorothy Porter. Busquen también (aquí) hay algo escrito hace nada.
El siguiente título se merece un punto y aparte: "Stradivarius Rex" de Román Piña. Monumental… chorrada. Pero como un piano, oigan. Empezó muy bien, genial, pero fue cayendo en picado a medida que avanzaba y acabó como el rosario de la aurora. Horrible, pero horrible de verdad especialmente las dos terceras partes finales. El comienzo, pst, interesante, prometedor. "Hilos de Sangre" de Gonzalo Torné, lo dejé en la página 60. Se me pasaron las ganas de leerlo en el durante y dudo mucho que me vuelvan. Nada personal; la historia, que no me seduce. Pero nunca se sabe, lo mismo pensé de Magrinya en su momento y ahora quiero volver. Después lo mejor del mes: "Memorias del Subsuelo" de Fiodor Dostoievski. Momentazo. Estoy con la reseña y seguramente dedique toda la semana próxima (o la siguiente) a hablar de ella. Lo digo por si quieren aprovechar para cogerse unos días. Más clásicos: "El miedo del portero al penalti" de Peter Handke. Bueno, fue un poco decepcionante. Esperaba más, aunque sí es verdad que el protagonista es de los que no se olvidan. Sólo por eso vale la pena pero no se emocionen porque la novela, por el estilo, es dura de aguantar. "Mejillones para cenar" de Birgit Vanderbeke me la recomendó un anónimo e hizo pleno. Muy buena, de verdad. De las que se quedan rondándole a uno algunos días. No escribiré sobre ella por falta de tiempo pero algo habrá que hacer para invitar a su lectura. Veremos qué. Luego otra recomendación de otro anónimo (para que luego digan de ellos): "El honor perdido de Katharina Blum" de Heinrich Böll. Fantástica, absolutamente genial. Lejos de la intención de “Opiniones de un payaso” pero igualmente apasionante de principio a fin. Literatura, señores, con mayúsculas. Un novela con sello de autor, inconfundible e inolvidable. Ustedes verán qué hacen.
Y luego el desastre. Hay uno todos los meses. "El libro de Monelle" de Marcel Schwob. La acabé (porque es chiquitita) para poder hablar de ella y como deferencia hacia quien me la recomendó pero de verdad de la buena que hay que tener unas buenas tragaderas para disfrutar de algo así. Dicen que las otras obras de Schwob son mejores. Ya veremos. El siguiente “desastre” fue "A bordo del naufragio" de Alberto Olmos. Desastre entre comillas porque no fue tan mala como doy a entender ni desde luego tan buena como dan a entender otros: en cualquier caso más lejos del cielo que del infierno. Estoy escribiendo la entrada, pero está resultando un desastre sin fin y seguramente quede en nada. Luego "El paseo" de Robert Walser, una novelita deliciosa que se tienen ustedes que leer sí o sí.
Y ahora una pausa:Cuando empezó el año me marqué el objetivo de leer 120 novelas. Bien, me alegra poder decir que lo he conseguido bastante antes de lo esperado: el lunes. “El paseo” de Robert Walser fue la lectura 120 del año. Ahora debería plantearme no volver a leer nada más hasta el próximo enero o dedicarme a todo aquello que siempre demoro: Pynchon, Gaddis, Barth, Espinosa, Houellebecq, Tolstoi, etc. Pero va a ser que no. No al menos a tiempo completo. Porque tengo planes. Planes malvados.Fin de la pausa.
Las últimas novelas del mes fueron la de Claudia Apablaza, “Diario de las especies” -que se merece una entradita de tan horrible y la tendrá, ya verán- y “Signatura 400” de la joven promesa de la letras francesas (joder, cómo me suena este título) Sophie Divri, una novelita ligera de poco más de media hora para los amantes y consumidores habituales de bibliotecas.
SEPTIEMBRE
Eso ha sido todo, que ya no está mal. 18 novelas, dos abandonos y dos en curso: “Stepanchikovo y sus moradores” de Dostoievski y “Oficio Editor” de Muchnik. El mes que viene, si todo va bien debería poder leer algo o todo esto: “El jardín de los cerezos” de Chéjov, “Hambre” de Knut Hamsun; “De vidas ajenas” de Emmanuel Carrère; “Bajo este sol tremendo” de Carlos Busqued; “El trepanador de cerebros” de Sara Mesa; “Dostoievski: las semillas de la rebelión” de Joseph Frank, “El jugador” de Dostoievski; “La posibilidad de una isla” de Houellebecq y, por supuesto, “El mapa y el territorio” también de Houellebecq. También más de Ibsen, lo que sea. Joder con septiembre.
Y sigo esperando, sin éxito, por “Un día me esperaba a mí mismo” de Miguel A. Ortíz Albero, “Criaturas Abisales” de Marina Perezagua y “El meñique de Buda” de Viktor Pelevin.